Me dijeron una vez que viajar te cambia la vida, que es la
plata mejor invertida. No se equivocaron.
Estando aun en viaje y después de 10 días increíbles en la
capital del mundo puedo decir que sin duda no soy más el que era. Más allá de
gastos y consumos que la ciudad te lleva a hacer (New York es el consumo en
ciudad), vivir unos días en su vorágine y a su velocidad fue algo
indescriptible que trataré de describir.
Robando una frase, puedo afirmar que la cuidad es para ser
observada de arriba. Es desde lo alto, y sobre todo de noche, cuando vemos su inmensidad y confirmamos que
es una ciudad que nunca duerme. Y creo que este hecho esta más que nada basado
en la idea de que la gente no deje de consumir. Desde un Apple store abierto
las 24 horas los 365 días del año (donde hicimos compras a las 1:45am), hasta
una esquina en la que nunca es de noche gracias al poder de su publicidad, sus
pantallas gigantes y la superposición de anuncios con un solo mensaje. Compra.
Más allá de esto, no puedo dejar de decir que la cuidad es
imponente y bellísima. Tiene edificios inmensos, espacios muy amplios, museos
deslumbrantes y patrimonios que todos conocemos al menos por las películas. Al
llegar no se puede evitar pensar que estamos en una de las tantas películas que
vimos. Cada esquina dice algo, cada cuadra recuerda una escena.
Su equilibrio tampoco pasa por alto. En la ciudad con dos de
los edificios más altos del mundo está el central park. Un parque gigante,
divido por un lago artificial que me dejo boquiabierto. Y así y todo, con mirar
para arriba y buscar el Empire State o la Freedom Tower, que se ven
prácticamente de cualquier punto de la ciudad, ya podemos ubicarnos.
La ciudad es un sueño con una forma de vivir que, pienso,
está lejos de ser saludable. Pero quizá sea esta forma de vivir lo que permite
que la ciudad sea tan increíble. Después de todo, es una ciudad muy
“publicitada” gracias a películas, eventos particulares y tv, en la que la
publicidad es su forma de vida.
Por suerte, lo que hizo de este viaje algo increíble, fue
compartirlo con la gente con la que lo compartí. Con los que hable a la
distancia, pero sobre todo con los que compartí todas las aventuras en estos 10
días. Una amiga increíble y nuevos amigos que me dieron la posibilidad de
confirmar que viajar te cambia la vida, y cuando es dentro de un grupo en el
que la buena vibra fluye, cambiamos como personas, como seres elementales.